Había una vez un parque de
columpios en el centro de un bonito pueblo rodeado de montañas.
A ese parque iban muchos
niños pequeños, la mayoría de 2, 3 y 4 años, tenían toboganes, columpios, hasta
de vez en cuando les ponían hinchables.
Al lado de los columpios
había una zona de verde hierba y arbolitos no muy grandes. En esta zona cuando
salía el sol, solían revolotear muchas mariposas de colores.
Un día dos mariposas amarillas
con manchas blancas que estaban jugando a ver quien hacía mas volteretas en el
aire, vieron una abeja buscando flores por la hierba. Las mariposas se sorprendieron, pues en esa
zona no vivían abejas
*- Que haces por aquí? , las
abejas no podéis estar cerca de los columpios, a los niños les dáis miedo
*- Solo estoy buscando
flores para cogeré un poco de zumo de flores que llevar a mi colmena para
fabricar miel
*- Donde está tu colmena?
*- Allí , al otro lado del
muro. Solemos buscar flores por allí, pero es que últimamente han llegado
varias cabritillas que intentan comernos, por eso he venido a esta zona.
Las mariposas que conocían
muy bien el parque enseñaron a las abejas dónde estaban las flores mas
bonitas y grandes, para que pudiera coger mucho zumo y preparar la mejor miel.
La abeja recogió todo lo que
pudo y volvió a su colmena.
A la mañana siguiente cuando
estaban todas las mariposas volando por el parque, volvió la abeja, pero esta vez venía con muchas
otras abejas detrás de ella
*- Hola, hoy hemos venido
todos los de la colmena para recoger muchas mas zumo de flores
Las mariposas se empezaron a
preocupar, en una zona de niños no debían andar tantas abejas, podría haber un
accidente y una abeja picar a un niño. Pero no sabían que hacer, cada día mas y
mas abejas llegaban al parque. Las
mariposas se fueron a otro parque porque les daba miedo tantas abejas juntas.
De mientras los niños
jugaban en los columpios y corrían descalzos por la hierba, hasta que un día
pasó lo que la mariposa había dicho que iba a pasar, sucedió un accidente, un
niño de dos años pisó descalzo el suelo justo donde una abeja estaba
descansando y se clavó su aguijón en el pie. Como lloraba!!!
Al día siguiente los señores
policías fueron a echar a las abejas del parque, cogieron unos cazamariposas y
las iban cogiendo y echando al otro lado del muro, donde estaba su casa, la
colmena.
Dos niños que solían estar
en los columpios miraban cómo trabajaban los señores policías:
*- Me dan pena las abejas.-
dijo Erlantz
*- A mi también.- dijo
Hugo.- pero porqué vienen aquí, en lugar de quedarse en su zona
*- Preguntemos a las
mariposas.- dijo Erlantz, y es que este niño sabía hablar con la mayoría de los
animalitos.
Las mariposas les contaron
lo que pasaba, que a las abejas les gustaban las flores de ese parque.
Estaba claro, pensó Erlantz,
necesitaban tener flores como esas en su zona, para que no pasaran al parque,
¿pero cómo?
*- Necesitamos semillas
mágicas.- dijo Erlantz
*- Si.- dijo Hugo vamos a
buscarlas
Los dos amigos se pusieron
en marcha, necesitaban llegar cuanto antes a la tiendita mágica que sólo ellos
dos conocían. Primero debían entrar en
la tiendita que vendía gominolas y “hielo hielo”, y detrás de las chocolatinas
había una puertita escondida que solo se abría cuando ellos dos ponían la mano
sobre la puerta, si la tocaba cualquier otra persona o cualquier otro niño no
se abría.
Dentro de la tiendita
mágica, había estantes con todo tipo de productos, parecía normal, pero no lo
era, todos los productos que allí habían , eran mágicos, por ejemplo a la entrada
había batidos de chocolate, pero eran mágicos, esto quiere decir, que cuando un
niño lo abría para bebérselo, el chocolate líquido saltaba hacia arriba y
formaba pompas gigantes de chocolate.
Había también galletas
redondas, pero cuando un niño se las llevaba a la boca para comérselas, se
convertían en gominolas amarillas.
Había también globos de
colores que cuando soplabas dentro de él, te devolvía un soplido mucho mas
fuerte que te tiraba al suelo.
Había dinosaurios de
juguete, pero cuando los apretabas, decían “Beeee beeeee”.
La tienda tenía dos puertas,
una era por la que habían entrado Erlantz y Hugo, y por la otra se salía a un
bosque mágico donde vivían , duendes, hadas, gnomos y todo tipo de seres mágicos, y que eran los que solían ir a hacer
las compras a esa tienda.
Erlantz y Hugo compraron las
semillas, y se fueron al parque, cruzaron por detrás del muro, y con mucho
cuidado de no molestar a las abejas, para que las abejas no les molestaran a
ellos, echaron las semillas mágicas al suelo. Se echaron un poco hacia atrás
para ver como en menos de 5 minutos las
semillas se convirtieron en grandes flores de todos los colores, tamaños y
olores.
Las abejas se pusieron muy
contentas y para dar las gracias a Hugo
y a Erlantz les regalaron un bote de miel hecho por ellas mismas a cada uno.
Y colorín colorado este
cuento se ha acabado!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario